Gobernanza internacional

La semilla de la geopolítica antártica

El interés sobre el Sexto Continente data desde épocas en donde la ciencia y el conocimiento cierto sobre el mundo aún se encontraban en una fase embrionaria. En efecto, filósofos, astrónomos y geógrafos como Aristóteles, Ptolomeo y Estrabón postulaban la existencia de un continente aún desconocido por el ser humano. No fue hasta fines del siglo XV que este territorio inexplorado se volvió objeto de interés político y económico por las potencias navegantes. En este escenario, España y Portugal buscaron extender su gobierno efectivo al surcar los mares, destacándose el viaje de Gabriel Castilla, quien logró avistar las islas Shetland del Sur en el año 1603.

Este conjunto de esfuerzos y descubrimientos por parte de los Estados navegantes provocó la génesis de la geopolítica antártica, en donde principalmente aquellas naciones consideradas como “potencias” comenzaron a entender la importancia estratégica del territorio que intentaban reclamar con tanto ímpetu. De hecho, durante los siglos XVII y XVIII las navegaciones se centraron en las islas subpolares, lo que demostraba que existía una intención geopolítica de los países europeos para extender su soberanía y afianzar nuevas rutas comerciales. No obstante y en palabras del Profesor Luis Valentín Ferrada, “el valor geoestratégico de la Antártica fue entendido desde antiguo, pero los Estados aun claramente no constituidos no tenían ni la estructura ni capacidad para ejercer algún control sobre ella” (Ferrada, 2014: 7)

El escenario geopolítico antártico para Chile

Tras su independencia, Chile tuvo una serie de desafíos donde las preocupaciones sobre la Antártica no quedaron atrás. Luego de la batalla de Chacabuco, Bernardo O´Higgins logró alzarse como director supremo. Él se encontraba influenciado por una educación que entendía la geopolítica como elemento indispensable en el desarrollo de un país. En realidad, el pensamiento o´higgiano se nutría de varias fuentes intelectuales y de las experiencias a lo largo de su vida, en donde sus años en Inglaterra ejercieron una influencia principal. De este modo O´Higgins comprendió de primera mano que una nación considerada como “potencia” debía contar con un poderío naval para lograr una expansión territorial constante y, luego desde un enfoque geopolítico supo que las principales herramientas que debía disponer para el crecimiento de Chile eran sus actores, el espacio y el poder mismo, lo que se encuentra postulado implícitamente en la quinta ley de crecimiento de los Estados expuesta por Ratzel, quien declara: “para crecer y evolucionar, el Estado busca obtener beneficios geográficos al ocupar las buenas localizaciones de las regiones que antes que las débiles” (Ratzel citado por Karen, 2017:30).

La Antártica como posible eje de conflicto político – militar

Dentro de las relaciones internacionales, la primera mitad del siglo XX significó la consolidación de un “enfoque realista” para esta disciplina. El escenario mundial y la situación dentro de Europa motivaron a los Estados de este continente a ir más allá de sus fronteras en busca de consolidar un dominio territorial efectivo. Varias naciones del “primer mundo” notaron el valor geopolítico del continente antártico, aprovechando sus avances en comunicación y navegación para intentar tomar posición dentro de este territorio geográfico. De este modo, se pudo evidenciar el comienzo de un interés mayormente estatal sobre la Antártica, en donde aquellas naciones que anhelaban poseer parte de este sector geográfico destinaron presupuestos y esfuerzos para ejercer y extender su soberanía. La cooperación internacional y la instancia para dialogar sobre una división territorial se constituían como un sueño. Así, el enfoque realista enmarcó este periodo histórico bajo su manto en donde la “anarquía internacional” guardaba estrecha relación con el interés geográfico individual de los Estados. Bajo esta teoría: “los Estados en el sistema internacional subsisten sin que exista un gobierno mundial que los vigile, castigue o regule” (Sotomayor, 2013: 5).

Con respecto a lo anterior es preciso afirmar que durante la primera mitad del siglo XX el derecho internacional estaba en vías de desarrollo, pudiendo ser catalogado en una fase embrionaria. Tanto la Sociedad de las Naciones como la Organización de las Naciones Unidas, no lograron poseer un poder centralizado que otorgara potestad sancionatoria sobre aquellos Estados que incurrieran en hechos negligentes u omisiones. Además, no se preveía un régimen jurídico sobre materias del Sexto Continente sino hasta que en el año 1959 se firmó el actual Tratado Antártico.

Chile bajo un enfoque realista, la protección de los intereses geopolíticos – estatales sobre la Antártica

En razón de los esfuerzos de Bernardo O’Higgins, Chile tuvo la posibilidad de desarrollar una distinción clara sobre la geopolítica austral. El antiguo gobernador postuló en primera instancia que Chile debía ocupar efectivamente las zonas ubicadas al sur de Biobío. Para esto se instalaron carreteras que unieran los territorios faltantes y paralelamente se instauró una misión colonizadora hacia el estrecho de Magallanes. O’Higgins sabía de primera mano que las potencias navegantes al otro lado del orbe se mostraban interesadas en explorar las tierras más allá del sur de Chile, donde aún la población nacional no se encontraba asentada, por lo que la ausencia de decisiones políticas podía significar la pérdida de sectores geográficos indispensables para el desarrollo de la nación. En efecto, el desplazamiento de personas hacia estos sectores tenía como principal propósito asegurar la instalación del país en puntos de interés geopolítico para evitar que las potencias, en sus intentos expansionistas, se hicieran con el dominio efectivo de estos territorios. Esta serie de objetivos planteados desde el gobierno de O’Higgins logró en palabras del Capitán de Corbeta Gustavo Jordán, que Chile proyectara su soberanía hacia el continente antártico: “En 1843 Chile tomó posesión del estrecho de Magallanes e inicia una actividad geopolítica en el área austral que ha perdurado hasta nuestros días, proyectándose naturalmente hacia la Antártica cuando en 1940 definió los límites del Territorio Antártico Chileno e instaló bases habitadas permanentemente a partir de 1947” (Jordán, 1991: 56).

Ahora bien, este avance de nuestra nación sobre territorio antártico no significó una soberanía libre de conflictos dentro del plano internacional. Desde principios de siglo veinte y en especial dentro de la década de los cincuenta, Gran Bretaña manifestó su interés por el Sexto Continente. Esta potencia declaraba que poseía el derecho indudable de reclamar soberanía sobre la Antártica, ya que con anterioridad había sido uno de los grandes protagonistas que lograron descubrir este territorio inexplorado mediante una serie de navegaciones. Asimismo, rechazaba el argumento presentado tanto por Argentina como por Chile sobre la teoría del “uti possiedetis”, sosteniendo que ya habían ocupado efectivamente parte del territorio a partir de 1945. Los ejes de las pretensiones británicas fueron presentados ante la Corte Internacional de Justicia, no obstante, la competencia de este órgano fue desestimada tanto por nuestra nación como por Argentina.

El enfoque realista en el que cada país apelaba por su propio interés fue dejado de lado entre estos países vecinos, apostando por una perspectiva de cooperación en el marco de sus políticas exteriores. Es así como el 4 de marzo del año 1948 Chile y Argentina firmaron la declaración conjunta sobre la Antártica, en donde: “ambos Gobiernos actuarán de común acuerdo en la protección jurídica y defensa de sus derechos en la Antártica sudamericana” (Poblete, 2021). Si bien esta posición facilitó un escenario próspero para la realización del Año Geofísico Internacional 1957 – 1958 y para las negociaciones que precedieron al Tratado Antártico, que congeló los posibles conflictos territoriales entre las naciones antárticas, aún no podemos afirmar que en la actualidad no sea posible que se suscite un conflicto nuevamente. Nuestra realidad demuestra que las relaciones diplomáticas entre Estados pueden verse desmoronadas por intereses propios. Actualmente se han reincorporado bases del enfoque realista dentro de las relaciones internacionales, y bajo estos hechos, el Sexto Continente puede suponer un punto de conflicto futuro al ser un espacio de explotación económica, vías de navegación y establecimiento de comunicaciones. Queda en manos del desarrollo del derecho antártico e internacional proporcionar las herramientas necesarias para mantener un régimen jurídico sólido, en donde la preservación del medioambiente y la cooperación entre los Estados sea el objetivo principal.

 

 

Bibliografía:

  1. Jordán, Gustavo (1991). La Antártica Sudamericana Superposiciones Territoriales. Revista de Marina n°1/91.
  2. Legler, Thomas; Santa Cruz, Arturo; y Zamudio Laura (2013) Relaciones Internacionales: América Latina y Política Global.
  3. Ferrada Walker, Luis Valentín (2014). Iniciativa privada y estatal en la actividad Antártica. Pasado, presente y futuro.
  4. Manzano, Karen (2017) El sueño del libertador, O’Higgins y los indicios del pensamiento geopolítico chileno antártico. Revista estudios Hemisferios y Polares n°9.
  5. Poblete, Rodrigo (2021). Aspectos legales y políticos de la Antártica previo al Tratado Antártico. Recuperado de https://revistamarina.cl/es/articulo/aspectos-legales-y-politicos-de-la-antartica-previo-al-tratado-antartico