Recuerdos de la XV Reunión Consultiva del Tratado Antártico (París, 1989), la antesala del Protocolo Ambiental
Entre los días 14 y 24 de junio del 2021 se realizó de modo virtual, pero formalmente organizada por Francia en París, la XLIII Reunión Consultiva del Tratado Antártico (RCTA). Entre otras actividades, en ella se conmemoraron los 60 años de la entrada en vigor del Tratado Antártico (el 23 de junio de 1961) y los 30 años que pronto se cumplirán desde la adopción del Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medioambiente (en Madrid, el 4 de octubre de 1991). Se emitió al respecto la Declaración de Paris, que hemos publicado en el Blog de U-Antártica.
La anterior RCTA organizada por Francia, en 1989, fue la antesala del acuerdo ambiental. Por lo mismo, en U-Antártica nos ha interesado conocer los recuerdos de esa reunión, acerca de lo cual conversamos con María Luisa Carvallo Cruz. Ella es Licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales en nuestra Facultad, abogada. Como becaria de las Naciones Unidas realizó estudios sobre el Derecho del Mar en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, y trabajó en la oficina del Derecho del Mar de Naciones Unidas, en Nueva York (1989 y 1990). Trabaja en el Ministerio de Relaciones Exteriores y hace más de 35 años que ha estado ligada profesionalmente al tema antártico, primero como asesora jurídica del Instituto Antártico Chileno (1985-2003), luego como Jefa del Departamento Antártica en la Dirección de Medioambiente, Antártica y Asuntos Marítimos (2003-2011), como Subdirectora de la Dirección de Antártica (2011-2015), y tras cumplir funciones en otras direcciones de la Cancillería y en la Embajada de Chile en España, ha regresado el 2020 a la Dirección de Antártica.
- Habiéndose celebrado en estas dos últimas semanas la XLIII RCTA, formalmente en París, Francia, usted es la única integrante de la Delegación chilena que por segunda vez participa en una RCTA desarrollada por ese país, la ocasión anterior fue en ¿Cómo se gestó su participación en esa reunión?
Yo había entrado a trabajar en enero de 1985 como asesora jurídica del Instituto Antártico Chileno (INACH), cuya sede estaba en Santiago. El año 1988 me había ganado la beca anual HS Amerasinghe de la Oficina del Derecho del Mar de Naciones Unidas y en virtud de ello, desde septiembre de 1989 estaba estudiando en Cambridge, Reino Unido.
El año 1987 había participado en la XIV RCTA, que se celebró en Río Janeiro, Brasil, siendo mi primera experiencia internacional del Sistema Antártico. Al estar viviendo en Cambridge, consulté al jefe de la Delegación Nacional, Embajador Fernando Zegers, si podía participar en París, dándome el visto bueno, así que con mis recursos partí a París por dos semanas. Qué me hubiese imaginado en aquellos años que 32 años después estaría participando nuevamente en la XLIII RCTA en París de manera virtual.
- ¿Qué recuerdos tiene de su experiencia en 1989 en la XV RCTA, tan significativa en el desarrollo del régimen antártico?
Son varios puntos que recuerdo que me llamaron mucho la atención y que estaban en el ambiente de la reunión.
El año anterior se había aprobado la Convención para la Reglamentación de las Actividades sobre Recursos Minerales Antárticos (CRAMRA), la que permitía bajo estrictas medidas medioambientales, la explotación minera en la Antártica. Habían sido seis años de intensas y difíciles negociaciones ya que había un elemento que no estaba en los otros convenios negociados con anterioridad en el Sistema del Tratado Antártico (STA). La explotación minera implicaba “territorio donde ésta podría desarrollarse”, materia complicada en relación al artículo IV del Tratado Antártico. Esta negociación ha sido muy poco estudiada, por no decir nada, y cabe destacar el importante rol negociador que tuvo el Jefe de la Delegación chilena en la IV Reunión Consultiva Especial del Tratado Antártico (RCETA), Embajador Fernando Zegers, junto a los Jefes de Delegación de los otros seis países reclamantes de territorio antártico, donde por primera y única vez se logró un reconocimiento expreso de las Partes Consultivas a la calidad de “País Reclamante” como quedó expresado en el tema de los “Comité Reguladores”.
Después de la firma de la CRAMRA por los 20 Países Consultivos de la época, el 2 de junio de 1988, a poco andar Francia y Australia, según recuerdo, informaron que no ratificarían la convención porque no protegía suficientemente el medioambiente. Ambos eran países signatarios del Tratado Antártico y de la CRAMRA, y reclamantes de soberanía en la Antártica. Si bien yo trabajaba en el INACH, no tenía mucho contacto con quienes llevaban el tema antártico a nivel del Ministerio de Relaciones Exteriores, así que no sé cómo fue la reacción diplomática tras echar por la borda seis años de negociaciones. Lo que sí recuerdo fue la respuesta de Chile, de haber llegado a la RCTA de París con unos documentos de trabajo proponiendo unas “Medidas Comprehensivas de Protección del Medioambiente” y que fueron en definitiva el origen de la XI Reunión Consultiva Especial del Tratado Antártico (RCETA) para estudiar el tema ambiental, en que Chile propuso ser la sede. ¡Así nació, en noviembre del año siguiente, en Viña del Mar, y negociado durante tres semanas, el Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medioambiente y sus cuatro primeros anexos, que fueron firmados el 4 de octubre de 1991, cumpliéndose próximamente 30 años de su firma!
Si uno lo ve en el tiempo, es increíble constatar cómo en esa reunión se cambió el eje de la “gobernanza de la Antártica”, de pasar de una eventual explotación minera a un sistema de protección total y absoluta a su medioambiente.
Es también curioso ver cómo en esa época sucedieron dos desastres marítimos que ayudaron a tomar conciencia mundial sobre los peligros medioambientales del derrame de petróleo en las zonas polares. Me refiero al hundimiento del buque científico argentino Bahía Paraíso, en febrero de 1989, frente a la base Palmer, en la Península Antártica, que ocasionó graves daños a la flora y fauna y a las investigaciones que llevaban a cabo científicos de esa base en los sectores aledaños a la zozobra del barco. Tuve la oportunidad de ver la nave siniestrada a medio hundir, en un viaje a la Antártica que realicé en febrero de 1989. Hicimos esa travesía en calidad de “Observadores del Tratado Antártico” junto con el diplomático recién egresado de la ACADE, y quien había entrado a trabajar al INACH, TS. Camilo Sanhueza. Curiosamente, la historia volvería a unirnos y el año 2011 nos correspondió ser quienes daríamos vida a la entonces recién creada Dirección de Antártica del Ministerio de Relaciones Exteriores. Posteriormente, en marzo de ese mismo año 1989, el mundo conoció el hundimiento del buque petrolero Exxon Valdez, en Alaska, con un derrame de aproximadamente 37.000 toneladas de hidrocarburos que también ocasionó gravísimos daños ambientales. Ambos hechos fueron el detonante para que los países antárticos cambiaran su postura y la sociedad civil, a través de diversas ONG, hicieran llamados mundiales de protección del medioambiente polar.
Así también, por otra parte, por primera vez no se aprobaba la presentación de un Estado (Países Bajos) que solicitaba pasar a ser Parte Consultiva, sin tener una base en la Antártica, requisito sine qua non para acceder a dicha condición. Recuerdo que fue muy comentada esta postura y que era muy lógica. El Jefe de la Delegación holandesa sostenía que una forma de cuidar la Antártica era no llenándola de bases y que ellos trabajarían con otros países, bajo los conceptos de cooperación antártica. Además, acompañaban un muy buen programa científico. Al final el tema se dejó pendiente a resolverse en la siguiente RCTA. Como se usaba en aquella época, antes de iniciar la XI RCETA en Viña del Mar, se realizó la X RCETA, ocasión en que se aprobó el ingreso de Ecuador (con la base Maldonado en isla Greenwich) y de Países Bajos, sin base en el territorio antártico, condición que mantiene hasta el día de hoy.
- ¿Hubo otros temas que también llamaran su atención?
Debo reconocer que todo me llamaba mucho la atención, quería aprender de todo, sentía que me estaba metiendo en un mundo nuevo en que todo me servía para los estudios que estaba iniciando en Cambridge. De hecho, todo ese tema me llevó a preparar una tesis sobre “La protección medioambiental en las áreas cubiertas de hielo, conforme al artículo 234 de la Convención del Mar”. Me sirvió muchísimo para profundizar mis estudios sobre la Antártica y el Ártico, fue una muy linda experiencia haber estudiado nueve meses en la Universidad de Cambridge y posteriormente haber trabajado tres meses en la Oficina del Derecho del Mar de las Naciones Unidas.
Asimismo, en París se aprobó una Recomendación sobre el “Uso del hielo antártico”, que también dio origen a muchos intercambios de opinión. No recuerdo que se haya vuelto a tratar el tema del uso del hielo en reuniones posteriores.
En aquel momento no tomé conciencia de que ese año se cumplían 30 años de la firma del Tratado Antártico, oportunidad en que se aprobó la emisión de un sello conmemorativo. No recuerdo que se haya hecho algo más especial. Distinto fue cuando en la XVI RCTA celebrada en Bonn, Alemania el año 1991, sí se celebró el aniversario de los 30 años de la entrada en vigencia, ocasión en que se invitó al embajador Oscar Pinochet de la Barra, Jefe de la Delegación chilena, quien había tenido un rol preponderante en la negociación del Protocolo en Viña del Mar, como Presidente de la RCTA, y él, en un emotivo discurso, se refirió a la negociación del Tratado Antártico, 32 años antes, siendo el único de todos los presentes en la reunión que le había tocado estar en la génesis de este instrumento internacional. Fue un bonito momento para la delegación chilena, tener a don Oscar con ese historial antártico, el cual no quedó allí, porque posteriormente participó en la XXIII RCTA en Lima, Perú, en 1999, donde se cumplieron 40 años de la entrada en vigencia del Tratado, y también tuvo a su cargo un discurso sobre la materia. A los 79 años esa fue su última reunión antártica.
- ¿Qué otros hechos nos puede contar sobre la RCTA de París en 1989?
Recuerdo, el último día de la reunión aprobando el Informe Final cuando eran cerca de las 2 de la mañana, todos agotados (acompaño una foto de esos momentos), en que aparecen el embajador Fernando Zegers, Jefe de la Delegación, con el Embajador Fernando Gamboa, Director de Política Especial (DIPESP), y el Jefe del Departamento Antártico de dicha Dirección, el diplomático Cristian Maquieira, los tres revisando el Informe Final. Habían sido una serie de jornadas muy intensas, pero esenciales en la historia antártica. Valoro mucho la posibilidad de haber podido participar en esa reunión tan singular.
- Finalmente, ¿qué otros aspectos de la RCTA le gustaría agregar a estos recuerdos antárticos?
En un ámbito más banal de la reunión, pero no menos interesante ya que ayudaba a conocer a los representantes de las otras delegaciones más allá de la sala de sesiones, fueron las actividades sociales organizadas por el país anfitrión de la reunión. Francia ofreció una elegante comida en los Bateaux Mouche por el río Sena y un almuerzo en el Palacio de Chantilly, fueron dos actividades que me permitieron conocer y compartir con representantes de otros países de una manera informal y entretenida. Recuerdo otra actividad social durante la XVII RCTA celebrada en Venecia, en Italia, el año 1992, donde se invitó a todas las delegaciones a un viaje a la isla de Murano. En un momento miré a todos y pensé que si se hundía el barquito se terminaba el “Parlamento Antártico” y tomé “conciencia” de lo que eran las reuniones consultivas, lo que me llevó posteriormente a escribir un artículo sobre “Las Reuniones Consultivas: El sui generis Poder Legislativo de la Antártica” que fue publicado en un Boletín del Instituto Antártico Chileno y posteriormente actualizado, se publicó en la revista de la Diplomacia, Nº 120 de 2009.
En realidad, hay mucho para contar sobre mi experiencia en las más de 22 o 23 RCTA, que me ha tocado participar. ¡Soy una agradecida de haber tenido esas oportunidades!
María Luisa Carvallo junto al científico inglés del British Antarctic Survey, Dr. William N. Bonner y del científico americano Dr. Robert Hofman, ambos especialistas en mamíferos marinos.
Cristian Maquieira, Embajador Fernando Zegers y Embajador Fernando Gamboa revisando el Informe Final